“Mamá, papá: quiero ser árbitro”

"Con esta familia, ser árbitro es una pavada"

Claudio Rossi vive a full: referí, abogado, profesor de historia y ¡padre de 11 hijos! De ellos, tres eligieron el celibato y uno quiere dirigir. Aquí habla de las aventuras familiares y de su fe religiosa. 

Facundo De Palma. fdepalma@ole.com.ar 

Suena el timbre. Al rato aparecen dos caritas que, de tan angelicales, parecen esconder dos vagos. El padre los vende como tal, pero María del Rosario (5 años) y Emilio Pablo Gabriel del Corazón de Jesús (3) se portan regio en la entrevista. Lo mismo que Juan Manuel del Corazón de Jesús (19), el mayor, quien exhibe con orgullo sus hábitos sacerdotales; lleva dos años como seminarista en San Rafael y no tiene reparos en mandar al frente al jefe de la familia. "Es un problema cuando a papá lo designan para dirigir el equipo del que somos hinchas; casi nunca gana...", delata el futuro cura sin mencionar el equipo de marras. Esta es una muestra gratis del universo en el que vive Claudio Rossi; 44 años, marido de María José (43), padre de 11 hijos, abogado, profesor de historia, periodista recibido y árbitro asistente. Son contadas las veces del año en que se reúne toda la familia. Es que Juan Manuel no está solo en Mendoza: María de la Merced (17) y José Ramón del Corazón de Jesús (16) también eligieron el celibato y viven allá. "Todos dicen ''qué lindo debe ser compartir esa mesa'' y es un quilombo —arranca Rossi—. Los más chiquitos te tiran el agua, la comida... También tenemos que poner alguno de los más grandes cerca de los chicos para que los ayude, porque no nos gusta comer separados; la mesa, aun con detalles, es un momento lindo".

—El problema es que los domesticados se van...

—Sí, ja. Los que tienen que irse, se quedan.

—¿Cómo es un viaje familiar?

—Otra cosa que muchos creen que es linda. Es un calvario viajar con toda la familia. Tratamos de salir lo más temprano posible para que duerman el mayor tiempo. Compramos una camioneta con 12 asientos y cada uno tiene su lugar, pero con 20 ventanillas, ahora se pelean por ir adelante.

Otro problema es cuando tienen ganas de ir al baño, que nunca les pasa a todos juntos. A veces debo parar cada cinco minutos...

—¿Van mucho a comer afuera?

—No. Y no tanto por lo económico, sino para no trasladar a un restaurant el lío de tu casa. Cuando salimos, uno de los grandes se queda cuidando a los chicos.

—¿Y qué es ser juez de línea al lado es esto?

—Con esta familia, ser árbitro es una pavada, sin ninguna duda. No soy demasiado paciente, pero con ellos te ejercitás mucho más.

—Tu esposa lleva 20 años seguidos cambiando pañales casi sin parar. ¿Cuántas veces lo hiciste vos en ese tiempo?

—Debo haber cambiado una vez, ja. Por suerte, las chicas más grandes le ayudan a la madre.

—¿La economía se complica?

—Somos austeros casi por obligación: si le comprás a todos las mejores zapatillas y la ropa de última moda, es imposible vivir. Pero acá también los más grandes les van pasando cosas a los chicos. En la comida también ahorramos porque compramos al por mayor. Pero a veces creo que la compra va a durar dos meses, pero a los 15 días ya no hay nada.

—¿Qué significa que tres de tus hijos eligieron el celibato?

—Es una bendición. Quizá la más importante. Ellos están ahí porque piensan que ése es su camino. No hay cuestiones místicas. Y lo decidieron ellos, porque María José y yo no influimos.

—¿Cuán religiosos son?

—Mucho. Los domingos vamos a misa y todos los días en casa se reza el rosario; a veces no estamos todos para hacerlo, porque yo llego tarde, pero la madre con las más chicas lo hacen.

—¿Querían tener tantos hijos?

—No hubo una decisión y vinieron cuando Dios quiso. Pero la idea siempre fue la de tener la mayor cantidad de hijos que se pudiera.

—¿Y está relacionado con el rechazo religioso de los métodos anticonceptivos?

—Sí. Se vincula con una coherencia religiosa de respetar el sentido de la vida. Tal vez una pareja con dos hijos tiene más problemas; no es que no los tengamos, pero no nos asustan los problemas que surjan por lo económico.

—¿Te cargan porque tres hijos tuyos eligieron el celibato y se van a perder algo que a vos te dio muchos resultados?

—Sobre todo Rocchio y Baldassi. Pero el sexo es otro mito: creen que estoy todo el día con eso, y es al revés, porque tuve a mi mujer el mayor tiempo embarazada.

En el 2006, Rossi encara su último año como internacional (el tope es 45 años). Empezó su carrera a fines de los 80, debutó en la A en un partido que dirigió Javier Castrilli y defiende al Sheriff "porque fue el mejor, marcó un estilo novedoso, tuvo una conducta intachable y es un amigo".

—¿Entonces decís que si hoy vuelve a dirigir sería el mejor?

—(Piensa). Es imposible que vuelva y por eso ni lo pienso.

Por estos días, en tanto, dirige con una camada muy cuestionada, de la que sobresalen Héctor Baldassi y Horacio Elizondo, "los mejores". Igual, aclara "que el resto acompaña pero no está tan mal como la mayoría cree". Lo curioso es que Rossi es amigo de Baldassi y de Castrilli, quienes están distanciados desde que el cordobés impulsó una nota en contra del Sheriff, que lo llevó a retirarse. "Siento un gran respeto por ambos. Los dos hacen las cosas a su modo, pero honestamente", explica. El afecto de Rossi por Baldassi radica en que la Coneja se puso a disposición de Francisco Javier del Corazón de Jesús (18), quien le seguirá los pasos al padre: estudia abogacía y será referí. "Lo admira a Héctor. Trato de desalentarlo, pero si le gusta, que vaya para adelante", dice Claudio. Del otro lado está el seminarista, fana de Castrilli. "Es natural que tengan esos gustos. Juan Manuel es serio; y Francisco, más informal, como Héctor".

—¿Criar 11 hijos te ayudó para tu labor como árbitro?

—Todo cambió con el nacimiento del más chico. Cuando te sucede una cosa así, hay problemas que pasan de largo. Si bien ya fui a Francia 98, ahora me quedo afuera del Mundial por una decisión que no pasó por lo técnico o lo físico, y lo acepto, cuando tal vez antes no lo hubiera hecho.

"El más chico" es Ignacio Claudio del Corazón de Jesús: tiene cuatro meses, nació con down y la familia lo recibió "como una bendición". Su llegada se produjo poco después de que Abel Gnecco, director de la Escuela de Arbitros, dijera que "un asistente no llega a juez porque le falta coraje". Y Rossi fue uno de los pocos que le respondió. "Me dolió porque él sabe que no es así. No tenés huevos porque en la cancha te aguantás que te tiren cosas; tenés huevos porque debés resolver situaciones conflictivas y porque la vida te pone frente a muchas adversidades. Luego se retractó y sé que puede haber sido un exabrupto".

—¿La disculpa te alcanzó?

—Me basta con que no lo piense. Y a Gnecco le creo. Pero a otro integrante de la escuela no le creería... A Crespi no le creo.

—¿Por qué a Crespi no?

—Porque no le creo nada. Y si Gnecco tiene un proyecto en la Escuela de Arbitros, no lo podrá realizar mientras esté Crespi.

—¿Qué te hizo Crespi?

—Crespi hace ascender a la gente que lo rodea y del resto no sirve ninguno. Esto se da mucho en la C y en la D. Con él en la escuela, ningún proyecto es viable para la honestidad del arbitraje.

—¿Pero te perjudicó en algo?

—Sí. En el 2001. Yo había estado un mes sin ir a las prácticas porque estaba en la Copa América de Colombia. No podía venir todos los días desde Barranquilla para entrenarme. Entonces me dejaron tres fechas libres porque él le informó al Colegio que no me había ido a entrenar.

—¿Y por qué sigue?

—Eso es político. Habría qué preguntarle a todo el arbitraje para saber lo que se piensa sobre Crespi. Verán que la mayoría piensa como yo, salvo tres o cuatro chicos que él lleva de la mano. Si no vas por su lado, sonaste. Pertenezco a una generación en la que pasaban cosas, pero era más leal. Mis mejores amigos en el arbitraje son los que compitieron conmigo: Barrientos, Rattalino... Hoy no hay más lealtad. Somos diez jueces de línea internacionales y sólo hablo con Rocchio y con Taddeo; con el resto, no. ¿Por qué? Porque Crespi les dice "no se junten con Rossi", porque no soy su amigo. Y no me voy a resignar a ser su amigo.