Ya no me pegarán más!


El colegiado alicantino Casarrubia Sánchez decide abandonar el arbitraje «harto de tanta agresión y de ver a los agresores sin castigo o con sanciones simbólicas. El padre de un juvenil me dio un botellazo en la cabeza y le condenaron a pagar 600 euros. ¡Es barato romperle a uno la crisma!».
(FOTO: CRISTINA DE MIDDEL).

Alejandro Casarrubia Sánchez ya no aguanta más. Este árbitro alicantino, que dirige encuentros de Segunda Regional, decidió el pasado fin de semana colgar el silbato, «harto» de ser objeto de agresiones e «impotente» al ver «sin castigo o con una sanción casi simbólica» a tanto cafre que circula por esos campos que acogen los partidos de fútbol de las categorías menores. El pasado domingo, en el encuentro que enfrentó al Sporting Salesiano y al Torrellano en el campo del Monte Tossal, acabó cayendo la gota que colmó el vaso.
En ese choque, según relata el colegiado, tras señalar un penalti en el minuto 44 de la primera parte, «un jugador reserva del Salesiano y un espectador, que resultó ser el padre de otro futbolista, salieron al terreno de juego a agredirme. Salí corriendo hacia el vestuario, tras evitar tres o cuatro puñetazos y con varios jugadores detrás de mí con la intención de pegarme. Llegué al vestuario, me encerré y desde allí llamé a la Policía».
El espectáculo, que transcurrió entre insultos, fue presenciado por los padres del árbitro, presentes en la grada para ver a su hijo dirigir un partido. «En cierto modo, creo que los árbitros de categoría regional somos como los toreros. Cada vez que salimos de casa dejamos a la familia sufriendo. Mi esposa se queda temblando hasta que no me ve de vuelta», sostiene Casarrubia. El último domingo, en cierta medida, este árbitro alicantino tuvo fortuna, puesto que consiguió salir ileso tras esquivar puñetazos, pero no siempre fue así. «Hace unos meses», recuerda «en un partido de regional juvenil entre el Pla Hospital y el Deportivo Pla, en el campo del Garbinet, un futbolista de 17 ó 18 años me propinó un puñetazo en el rostro tras ser expulsado.
El asunto no quedó ahí, puesto que seguidamente el padre de ese jugador expulsado saltó al terreno de juego y me pegó un botellazo en la cabeza». La indignación de Casarrubia, no obstante, alcanzó cotas mayores con la sentencia judicial dictada contra este último agresor: «Le condenaron a pagar 12 euros diarios durante un mes. ¡Fíjate que poco cuesta romperle la crisma a una persona: 600 euros!».
«No aguanto más. Por 45 euros que ganamos por partido no merece la pena jugarse la vida. Tarde o temprano llega un loco, un 'pirao' y te amarga».
Casarrubia Sánchez advierte que, además, en la provincia de Alicante esta situación se está repitiendo de manera constante. «No hay semana que no llegue un compañero contando que le ha agredido. Yo he llegado al límite, a mí no me pegarán más, pero estoy convencido de que un día va a pasar una desgracia».
En opinión del colegiado alicantino, «nadie hace nada» ante estos casos. «El Comité de Disciplina, la Federación Valenciana, el Colegio Territorial de Árbitros... nadie hace nada. Lo único que podemos hacer es denunciar, pero da igual, los agresores pueden ir al fútbol al partido siguiente». Alejandro Casarrubia presentó ayer la carta de dimisión ante el Colegio de Árbitros. En ella, el colegiado explicaba su adiós, subrayando la impotencia que sentía al ser tratado y agredido «como si fuera un animal».